viernes, 13 de mayo de 2011

"Estamos hasta la madre". Javier Sicilia

El primero de diciembre de 2006, el licenciado Felipe Calderón Hinojosa asumió la presidencia de la república en medio de unas elecciones muy controversiales. Para legitimar su triunfo, el nuevo presidente de la república le declaró la guerra al narcotráfico bajo el lema “Vivir Mejor”, diciendo que era para mejorar la seguridad y el futuro de las familias mexicanas. Sin embargo, cinco años después la población se dio cuenta de la gran ola de violencia que se soltó y el poder que tenían los cárteles de la droga.
El  28 de marzo de 2011, en la ciudad de   Cuernavaca, Morelos, aparecieron 7 cadáveres dentro de un automóvil frente a un hotel; uno de ellos era Juan Francisco Sicilia, hijo del poeta y periodista colaborador de La Jornada y Proceso Javier Sicilia. Esto fue “la gota que derramo el vaso”, pues por la tarde intelectuales y familiares de Javier Sicilia convocaron a una protesta en el Zócalo de Cuernavaca para exigir que se termine la guerra de Calderón.
Un mes después de la muerte de Juan Francisco Sicilia, el día 28 de abril un grupo de activistas que se denominaron integrantes de la Red por la Paz y la Justicia tiñeron de rojo como protesta por las víctimas inocentes de la guerra contra el narcotráfico, las cuales, según cifras oficiales, han llegado hasta 40 mil. Así también, los activistas tomaron posesión de Procuraduría General de Justicia del Estado y el Congreso de Morelos, ya que, según ellos, “no cumplían con sus deberes”. Ese mismo día, comenzaron los planes para hacer una megamarcha que partiera el día cinco de mayo desde La Paloma de la Paz en Cuernavaca hasta el Zócalo capitalino en el Distrito Federal el día ocho de mayo de 2011.
Al día siguiente, el 29 de abril, una gran cantidad de escritores, músicos, artistas, periodistas y demás miembros de la sociedad civil de diversos países le mandaron una carta al presidente de México para que esclareciera lo sucedido con el asesinato de Juan Francisco Sicilia; así también, pidieron que se les castigara a los culpables y que “el manto de la impunidad no abrigará a los asesinos”.

A pesar de que el día primero de mayo la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) presentó a dos presuntos homicidas de Juan Francisco Sicilia, no significó que Javier Sicilia estaría complacido y fue así que el día cinco de mayo a las siete de la mañana, como el poeta había indicado, se reunieron diversas personas en La Paloma de La Paz en Cuernavaca para dar inicio a la Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad. Ese día, custodiados por cinco patrullas, llegaron hasta el poblado de Cuajomulco, Morelos, donde pasaron su primera noche rodeados de los habitantes de dicho lugar.
A la mañana siguiente, los habitantes de Cuajomulco le regalaron una flor de maguey al poeta Javier Sicilia como muestra de afecto y para manifestar el apoyo a la marcha y también los migrantes que han sido ejecutados. A la misma hora que el día anterior –7:00 am.- continuaron su recorrido hasta Topilejo, en la delegación Tlalpan en el Distrito Federal. Al llegar ahí, Sicilia y los demás marchantes estaban fatigados; el sol y el camino los había dejado agotados; los suspiros de agotamiento eran muy visibles en todos, pero aun así, la razón por la cual estaban marchando era más fuerte que cualquier obstáculo.
El movimiento llegó al Distrito Federal aproximadamente a las catorce horas y posteriormente a Topilejo, donde todos los habitantes los recibieron calurosamente con porras y mantas con diversas leyendas entre las que destacaba el ya tan afamado: “Estamos hasta la madre de la violencia”.
Mientras tanto, en otros estados tales como Sinaloa, Coahuila, Nuevo León y Queretaro también se hicieron marchas con el mismo fin desde lugares representativos de cada entidad hasta sus plazas principales. Además, también pintaron de rojo sus fuentes para apoyar completamente a la movilización.
Nuevamente, la mañana del sábado siete de mayo se reanudó la marcha con el fin de llegar esta vez hasta Ciudad Universitaria, ubicada en el suroeste del Distrito Federal. Fue un viaje muy agotador ya que el calor fue insoportable en este día, se presume que la ciudad de México estaba a 26 °C y que había probabilidad de lluvia.
Las movilizaciones en distintos estados seguían, esta vez llegó hasta los estados del sureste del país. En Chiapas, unos días antes, el EZLN había lanzado un comunicado en el cual estaban a favor de la marcha y también harían una pequeña marcha en el estado. Mientras tanto, Ciudad Universitaria se encontraba como cualquier otro fin de semana: familias visitando las instalaciones y museos, padres e hijos haciendo ejercicios, jóvenes disfrutando de la calma y el clima de la ciudad, un partido de futbol americano y vendedores trabajando satisfaciendo las necesidades de los consumidores. Todas las facultades estaban cerradas, reinaba la calma en C.U. y la mayoría de la gente sabía que por la tarde llegaría la marcha –incluso unos estaban ahí para sumarse a la causa- que venía desde Cuernavaca.
En las islas se estaba montando un escenario para realizar un concierto para darle la bienvenida a la marcha; sin embargo, no todos ayudaban, pues había tanto familias haciendo ejercicio, curiosos viendo qué habría, jóvenes estando de ociosos, etcétera. Fue hasta las 5:30 pm. que las paredes de Ciudad Universitaria empezaron a temblar, empezaron a llover miles de porras y goyas, los aplausos dominaron la calma que había minutos antes en el recinto universitario, ¡por fin había llegado la marcha a la UNAM!
La Marcha por la Paz avanzó por la avenida de insurgentes para llegar a La Espiga y posteriormente dirigirse a las islas en Ciudad Universitaria. Todos estaban muy cansados, se les veía en el rostro una fatiga total, pero también eran visibles sus tormentos, sus pérdidas familiares y todavía más el deseo de México cambie y se parara la guerra contra el narcotráfico. Al llegar, bajaron por las escaleras que están a un costado de la torre de rectoría y que dan al estadio universitario. Todos estaban llenos de júbilo y todo parecía un sueño cuando los jóvenes universitarios se preocuparon por ellos e inmediatamente se dedicaron a distribuirles comida y agua para que recuperaran sus fuerzas.
Javier Sicilia se dirigió con prisa hacia una carpa que estaba situada detrás del escenario, se encontraba agotado y por ello no hizo comentario alguno ante los medios –nacionales e internacionales- ahí presentes; ni si quiera a miembros de la CNDH les dio unas palabras. En un instante la tranquilidad que había en C.U. cambió completamente. Aproximadamente por las seis de la noche empezó a tocar la OFUNAM el Requiem de Mozart y después música autóctona y posteriormente de diversos géneros musicales.
                   
La noche transcurrió tranquilamente, el frío abrazó el recinto universitario, todos durmieron tranquilamente mientras que la fuente que está debajo del asta bandera en C.U. también fue teñida de rojo.
Entonces llegó el tan esperado ocho de mayo, el día en que por fin se daría por terminada la marcha que había venido desde Cuernavaca, ese día llegarían al Zócalo capitalino. Todo comenzó como cualquier mañana, el sol subía lentamente a lo alto del cielo para alumbrar el camino de la marcha, quien aproximadamente en un inicio llevaba 20 mil integrantes. Se levantaron por última vez a las siete de la mañana, pero en esta ocasión para desayunar y horas después para continuar con su marcha. Hicieron diversas paradas, siempre bajo el mismo espíritu en busca de libertad y justicia; con ánimos y gritos de esperanza, que es por lo que se dirigían al zócalo.
Mientras tanto, una gran cantidad de gente se dirigía hacia el centro de la ciudad desde Ecatepec, Nezahualcoyotl y demás lugares e inclusive estados. Una gran mayoría iba de blanco, con el objetivo de apoyar a la marcha. El metro se saturaba poco a poco, el calor aumentaba lentamente y la estación Garibaldi estuvo a reventar.
Al salir del metro, el centro histórico estaba completamente distinto; el tráfico estaba parado y en Bellas Artes había muestras de arte “popular” en apoyo a la marcha y por ende, en repudio del gobierno calderonista. Sin embargo, el movimiento se fue empañando por intereses personales, tales como los del SME, PRD y PRI. Aun así, todos se juntaron y marcharon rumbo a la plaza de la constitución para exigir que se pare la guerra contra el narcotráfico y la destitución de Genaro García Luna, ministro de la secretaría de seguridad pública.
El zócalo estaba repleto de personas, todos tenían historias similares y querían que la guerra contra el narcotráfico terminara. Aproximadamente a las cuatro de la tarde el cielo se llenó de globos de color blanco, festejando la llegada de la marcha a su parada final. Las campanas de catedral retumbaban en el aire, los globos seguían en el cielo, cientos de palomas volaban a lo largo de la plaza de la constitución y, como en C.U., las personas recibían con miles de porras a Sicilia y toda la marcha.
Mientras la marcha llegaba a la plaza de la constitución, varias personas de diversos lugares estaban exponiendo sus casos, los cuales eran pérdidas familiares y amistades. Sin embargo, al momento en que llegó el movimiento, una ponente regañó a los que residían en el D.F. y la zona conurbada, ya que la gente apenas se estaba acomodando y por ende no podía pasar al escenario la marcha.
A pesar de la gran cantidad de personas que se reunieron frente a Palacio Nacional –cerca de noventa mil personas-, los marchistas pudieron subir y exponer sus ponencias y los objetivos de la marcha, ya que también iban con una serie de proposiciones para que implementara el poder ejecutivo.
En el momento en que Javier Sicilia tomó el micrófono todos se alegraron; su discurso conmovió y atrapo a la gran mayoría, realmente se levantaron un espíritu solidario y un completo apoyo a la marcha. Sin embargo, lo más triste fue cuando él termino de hablar y su compañero dijo que hasta ahí era todo y que ellos se regresaban a Cuernavaca y que sus camiones salían en una avenida. La gente se empezó a dispersar y de nuevo los gritos de los ambulantes conquistaron el aire, el cielo se empezó a nublar y posteriormente a oscurecer, la calle de Madero volvía a presentar sus shows callejeros y los transeúntes se movían una vez más a sus respectivos destinos, y así una vez más, se daba por terminado otro día en la ciudad de México.
El día primero de mayo, a pesar de que en el día del trabajo curiosamente no se trabaja, los activistas continuaron su labor; pintaron de rojo las fuentes del Palacio de Bellas Artes, donde curiosamente, los policías los ayudaron para pintarla más rápidamente. Sin embargo, no pudieron pintar la de la Diana Cazadora, pues cuando estaban a punto de terminar, una pipa le cambió el agua y bañó a unos jóvenes con “sangre” lo cual llamó más la atención de los automovilistas quienes con su claxon manifestaban su apoyo al movimiento.

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